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sábado, 4 de septiembre de 2021

Vivir y sentir la educación. Septiembre.

Los educadores son una figura clave en nuestra sociedad. De su saber hacer, de su ejemplo y de sus enseñanzas se descubren los modelos de personas que conforman nuestra sociedad. España no es un país que valore en su medida la labor que ejercen en la sociedad. Ni en la remuneración económica que reciben, ni en el reconocimiento social que se merecen. El salario se remunera por las horas presenciales en los centros y una ínfima parte de otra dedicación para la preparación de las clases, las reuniones, entrevistas, etc. Sin embargo, un educador que se precie, dedica con pasión muchas más horas que las reconocidas oficialmente. Un educador no tiene horario para educar. Lo hace dentro de las aulas y fuera de ellas. Es un estilo de vivir y sentir la educación.

Si hablamos del reconocimiento social que reciben, podríamos expresar en una frase muy extendida: “Los profesores tienen muchas vacaciones”. Sin embargo muchos padres que piensan así, están deseando que llegue septiembre para que sus hijos vayan al colegio. No se entiende muy bien.

A los educadores se les exige un comportamiento intachable ante los educandos. Al más mínimo fallo, los padres se les echan encima, criticando la mala atención, o el mal ejemplo hacia sus hijos. Están en todo su derecho, por supuesto. Pero hay que ser coherentes. Si se quiere una educación de calidad para nuestros hijos es necesario que se valore en su medida y se apoye la labor tan importante que ejerce el profesorado sobre los niños y adolescentes. El componente vocacional del educador es tan relevante como la formación académica que ha recibido para poder dedicarse a la educación. Y esa parte actitudinal no se paga con todo el oro del mundo. Pero el educador que se precie se conforma simplemente con el reconocimiento a su imprescindible labor.

Septiembre es el mes del comienzo del nuevo curso. Ha transcurrido un verano que ha servido para llenar el pulmón del aire que necesita para vivir y renovar la ilusión de educar a los nuevos alumnos. Ha disfrutado de unas vacaciones merecidas que sirven sin lugar a dudas para afrontar, como un profesor novato, el curso entrante.




Dejo en los siguientes párrafos de mi libro “Recetas de aula” la descripción ilusionada de los educadores ante cada curso que comienza:

 

Los despertadores han vuelto a sonar estrepitosamente para alumnos y profesores. Septiembre atrae hacia las puertas del colegio a chicos y chicas cargados de ilusiones nuevas.  Quien más y quien menos piensa: “Este año no será como el pasado”; “desde el principio intentaré que todo funcione”; “tal vez consiga esto y aquello...” La mochila cargada de esperanzas y de libros recién estrenados. La sonrisa dispuesta para conocer a los nuevos y disfrutar del reencuentro con los ya veteranos del centro.

A los profesores también les sucede algo parecido en cada inicio de un curso nuevo. “Esta carpeta, para las nuevas programaciones”; “este curso terminaré tal proyecto”; “ojalá pueda conseguir tal o cual cosa...” Y es que no hay nada mejor que estar ilusionado de verdad. La ilusión es la antesala de la esperanza y ésta es el motor de toda actividad humana.

El derrotista jamás trabaja en otra cosa que no sea su propia desilusión. Allá donde se encuentre la mala cara se justifica diciendo que hay que ser realistas y la falta de ideas la expresa con descalificaciones.

La persona ilusionada siempre trabaja creyendo de antemano que será posible hacer realidad su deseo. Allá por donde pasa genera confianza, no pide explicaciones innecesarias y proclama sus proyectos para contrastarlos y mejorarlos con ayuda de los demás.

 

Septiembre es mes de ilusión y ésta debería alargarse hasta la finalización del curso. Los despertadores habría que sustituirlos por las ganas de comenzar cada día las tareas propias de la apasionante labor educativa. Meter en las carteras lo nuevo y vivo que suele pesar poquito y luego, a lo largo de todo el curso, vaciarlas de cualquier connotación que suene a obsoleto y necrófilo.



La ilusión vale mucho más que el quejido de un “total para qué”. Anima ver que hay muchísimos profesores, jóvenes y maduros, apasionados por ser buenos educadores. Seguro.



viernes, 4 de junio de 2021

EUFEMISMOS Y POSTUREO

 

         ¿Tan difícil es? ¿Por qué no se llama a las cosas por su nombre? Cada vez que me hago esta pregunta termino por concluir que la razón principal está inserta en ese gen que llevamos dentro llamado cobardía. Por lo visto cuesta mucho expresar, con la crudeza que se requiere, la realidad de las situaciones y el estado de las personas y las cosas.

         Es evidente que describir un hecho, no cambia la realidad pero puede distorsionar la percepción que se tiene sobre lo esencial de esa realidad. Por ejemplo, a una persona octogenaria se le puede decir que está muy joven, pero todo el mundo sabe que le quedan cuatro telediarios. Bueno, si tiene mucha suerte, quizás cinco. La estadística nos demuestra que en España pasar de los ochenta y tantos es la excepción y es una de las naciones más longeva del mundo. Da tranquilidad que la gente no se muera sino que pase a mejor vida.

         Pues estamos en una etapa de la historia en la que los eufemismos y el postureo se imponen como determinantes en esta sociedad. Entendiendo por eufemismo la suavización de las expresiones, no caer en la grosería y, especialmente, evitar la descripción franca y directa. Y por postureo, el ejercicio sin medida de intentar quedar bien con todo el mundo para recibir la aprobación pública.

         Toda la vida han existido personas negras y blancas. Sin embargo, ni se te ocurra decirlo, (¡perdón, ya lo he hecho!). Hay personas de color, en vez de color negro. Las personas blancas no tienen color, por lo visto. Mira tú si no se podían llamar personas encarnadas o rosáceas. Los políticos hablan de armonización fiscal para crujirte a impuestos. La violencia de género es mala malísima en comparación con cualquier otra violencia del género humano.

Pronto nos quedaremos sin papás y mamás porque solamente se podrán tener “progeniteres”. Si asesinan a tu padre por la espalda, con un tiro en la nuca, se soluciona abriendo un proceso de paz con el asesino para conseguir la estabilidad social. Respetar la identidad de una parte de la sociedad que argumenta su superioridad sobre el resto de la población es derecho a decidir. El paro no aumenta, simplemente hay un descenso de la población activa. La factura de la luz no se encarece, lo que pasa es que no hay una buena distribución de las franjas horarias en el consumo eléctrico. Los alumnos no suspenden, promocionan de curso con carencias en materias no troncales. Hay nubes de evolución, por lo visto hay otras nubes que son fijas y desconozco. En las ruedas de prensa de los dirigentes políticos no se admiten preguntas. ¿Qué son las ruedas, qué es la prensa? No te suben el coste del gasoil, simplemente estás colaborando en la transición ecológica. Los militares siempre están en misiones de paz, los que van a la guerra son los malos y se pelean entre ellos. Se producen víctimas colaterales y no se puede responsabilizar a nadie. No se pierde dinero, es un crecimiento negativo o un aumento del déficit. La pobreza ha desaparecido y los pobres de solemnidad, también. Existen personas en riesgo de exclusión social, pero pobres, no. De igual manera sucede con los países pobres. ¡Qué va! Son países en vías de desarrollo.

Tampoco hay ladrones, sino presuntos individuos con apropiaciones indebidas. No hay despidos masivos sino expedientes de regulación de empleo. Los servicios de acompañamiento, se han sustituido por la prostitución de lujo. Los sobornos son hechos del pasado, ahora hay tráfico de influencias. ¡Vamos! Hemos llegado a vivir en una sociedad en que la gente ya no caga, ni defeca, lo único que le pasa es que tiene tránsito intestinal y la mierda le escurre hasta los zapatos. Como le sucede a cualquier cobarde.

lunes, 22 de marzo de 2021

La necedad

 

         La necedad es la demostración evidente de falta de inteligencia. Lo que se viene describiendo en el lenguaje popular, a través de sus  dichos y refranes, con tanto acierto como sabiduría. “Labrar en barbecho es labrar necio.” No es más tonto porque no se entrena. “El necio cree que todo lo sabe.” “El necio es atrevido y el sabio comedido.” A mí, especialmente me encanta el refrán que reza así: “El sabio no dice lo que sabe y el necio no sabe lo que dice”.

         Pues bien, parece ser que estamos rodeados de necedad por doquier. Es una plaga que va en aumento exponencial. Hay un exceso de idiotas que se han adjudicado el carnet de sabios “omni-temáticos”. Saben de todo y lo que es mucho peor, dogmatizan y sentencian con la autoritas que les proporciona su infinita ignorancia. Vociferan el desconocimiento que tienen sobre economía, salud, educación, política, deporte, cultura, etc., con tal desparpajo que llegan a creer que son referentes sociales, poseedores de la verdad absoluta. Simplemente, no saben lo que dicen, son tontos de capirote.

         Suele ser muy fácil caer en sus redes. Los pilares de sus verdades se fundamentan, la mayor parte de las veces, en lo que consideran la mayoría social. Es decir, unos cuantos que opinan como él mismo, el tonto de turno. Y, ¿Por qué opinan de la misma manera? Pues porque ha salido en la tele, en las redes tiene muchos likes, lo ha dicho un famosillo o un líder del partido político al que se le vota con fanatismo por su mano derecha o su izquierda. No merece la pena entrar en discusión con el necio, se acaba en su propio terreno. Porque “todo necio confunde valor y precio”.

jueves, 28 de enero de 2021

LA TV

Vivir y sentir la TV todos los días. Si al pasar por el cuarto de estar hay dudas de qué es lo que se puede hacer, se enchufa la TV. Aunque no haya nadie viendo la TV, ésta sigue conectada. El sonido, las imágenes salpican la vida cotidiana de los ciudadanos todos los días y a todas las horas. Son muy pocos los hogares donde la TV no está en funcionamiento al menos cuatro horas diarias. Y en la mayoría de ellos, solo se desconecta cuando todos los miembros de la casa están durmiendo.

Es uno de los recursos más utilizados como elemento de distracción y pasatiempo. Lo destaca Pedro Baños en su última publicación El dominio mental. En la mayoría de los hogares se dedica más tiempo a ver la tele que a dormir.

Sin embargo, en las conversaciones habituales, los ciudadanos manifiestan que apenas ven la TV. Unos argumentando que es un rollo, otros que no echan nada interesante, que solo se ven anuncios, que es un bodrio los programas de entretenimiento, que las noticias están manipuladas, etc. Ahora bien, si se pregunta por lo que ha dicho un famosillo en la TV, todo el mundo sabe lo que ha manifestado, por casualidad. Salir en la caja tonta proporciona una publicidad impresionante. Quien sale en la tele es alguien y quien no sale en ella, no es nadie.



¿Se ha pensado las consecuencias de que un medio de comunicación como es la TV nos esté bombardeando con una información unidireccional? ¿De verdad nos creemos los ciudadanos que tenemos la capacidad de discernir lo que nos conviene ver o no, en un medio que tiene el control total de emitir lo que le interesa? Nuestra libertad se limita a cambiar de canal. Cada día se comprueba que las productoras de la TV dependen de los mismos poderes fácticos.

Yo me quedo con lo siguiente: Cuanta más TV consumes, en más pensamiento único te conviertes. Eso sí, te hacen creer que eres muchísimo más libre (puedes cambiar al canal que quieras).

 

Rafa, 28-enero-2021

www.vivirysentir.es

viernes, 2 de octubre de 2020

MEMORIA

 

“Los profesores dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo a repetir datos, informaciones, conocimientos que anteriormente han sido descubiertos por otras personas. Repasamos la historia que nos han transmitido, realizamos ejercicios de matemáticas, listamos los afluentes de los ríos o hacemos que conjuguen los verbos, una y otra vez, hasta que se los sepan de memoria. Es bueno y lo veo necesario. Pero si lo único que hacemos es esa tarea, tal vez estemos reduciendo la educación a conseguir personas con una imprescindible y buena memoria. Observa el contenido de los exámenes. Todos los examinandos dedican más del noventa por ciento de sus tiempo en memorizar los contenidos sobre los que se van a examinar. Luego, ¿qué estamos potenciando?: La memoria.

 

Yo mismo he comprobado que, cuando estoy explicando mis asignaturas y quiero demostrar la falta de atención de mis alumnos, les pregunto con esta o parecidas frases: “¿Puedes repetir lo que he dicho?” Memoria. Pienso en las notas que reciben y al final concluyo que la ponderación más alta de la valoración es su capacidad de recordar conocimientos. Memoria. Estamos convirtiendo a nuestros alumnos en unos magníficos magnetófonos. Primero se les obliga a pulsar el botón de grabación y posteriormente se les exige pulsar el botón de reproducción. Memoria.

 

A los chavales que no estudian, los adultos les tildamos de irresponsables con la argumentación simple: “Estás en edad de estudiar, esa es tu responsabilidad, y si lo único que tienes que hacer es estudiar y no lo haces, eres un irresponsable”. Más o menos es como si a nosotros nos dijeran: “estás en edad de trabajar, esa es tu responsabilidad, y si lo único que tienes que hacer es trabajar y no lo haces, eres un irresponsable”. Escuchar esta afirmación desentona en nuestros oídos y sin embargo no pensamos que la afirmación anterior también chirríe en los oídos de nuestros alumnos. Y nos quedamos tan tranquilos diciendo: “eso es diferente”.  Pues no, yo creo que es igual.

 

Los jóvenes necesitan disponer de ámbitos en los que puedan desarrollar sus iniciativas. Están en una edad propicia para experimentar, ensayar, probar con nuevas cosas. La escuela es un espacio ideal para ello. Sin embargo, ¿a qué nos dedicamos los profesores? A obligarles a repetir, a memorizar. Si alguien se sale del canasto, enseguida le presionamos para reorientar su actitud. Volver al carril. Seguramente la culpa no la tenemos nosotros. También nos hemos educado en el mismo sistema y nos parece normal comportarnos de esta manera. Pero yo no lo tengo tan claro. Que quieres que te diga…”

 Tomado de mi libro: “¿Para qué fui a la escuela?”

viernes, 4 de septiembre de 2020

Aulas con corazón

 

Atención personalizada

         Demasiadas veces se atienden a los alumnos como si fueran ovejas. Todos tienen que pasar por el mismo carril. Decimos que realizamos una atención personalizada, cuando en la práctica se convierte en dar cuatro toques para que se ajuste el alumno al ritmo de la clase. Me ha sucedido, en bastantes ocasiones, que un alumno se acerca a mi mesa interrumpiendo la conversación que mantengo con otro de sus compañeros de clase. La urgencia de su interés personal le impulsa a ello. En estos casos siempre procuro decirle al que ha interrumpido, con toda la paz del mundo: ¿Puedes esperar un momento? Estoy atendiendo a tu compañero y quiero hacerlo con especial dedicación. Después lo haré contigo de la misma manera. –La respuesta suele ser de comprensión por parte del alumno que interrumpe y espera tranquilamente a que le toque su turno. Cuando ha llegado el momento de atenderle, lo hago con el mimo necesario y la diligencia oportuna. Pero el acto educativo, creo que  no termina ahí. Después de haberle atendido de manera personalizada, le comento, con delicadeza, por lo menos lo siguiente: “Menganito, ¿has observado? Interrumpir la conversación entre dos personas  es una falta de educación porque no se respeta a los demás. La persona que interrumpe está mostrando un comportamiento infantil. Está diciendo con su conducta: ¡eh! Miradme, no veis que os estoy llamando la atención, no puedo esperar, no controlo mis actos. En  el fondo es un signo de inmadurez.

 

-Tú, en este caso, has sabido esperar y por tanto nos has respetado a tu compañero y a mí. Te felicito. El comportamiento de los adultos se debe caracterizar por el respeto y la deferencia, sabiendo respetar el tiempo de los demás. Hay que tener la capacidad de comprender las necesidades de los otros y aceptar que son tan importantes como las nuestras. Te agradezco tu comportamiento adulto y haber esperado a que terminase de atender a tu compañero. ¿Necesitas algo más? Ya sabes que estoy siempre dispuesto a ayudarte.”

 

En las primeras ocasiones que suceden este tipo de interrupciones suelo comentar a toda la clase la importancia de respetar el turno de atención. Todos tienen el derecho a ser escuchados por parte del profesor y de cualquier persona. Con el tiempo y si esta forma de conducta se convierte en un hábito del profesor, los alumnos aprenden a respetar el tiempo de los demás, a aprovechar esos momentos de espera haciendo otras actividades, sin tener que requerir la atención inmediata del profesor. Además, son instantes en los que el alumno puede desarrollar alguna actividad con autonomía, iniciativa y organización personal. Yo les recomiendo que anoten sus dudas en un papel según les van surgiendo y, posteriormente, las comenten todas juntas.

 

Cuando estoy dando una explicación general a la clase y alguien no entiende algo en concreto, si lo pregunta, procuro contestarle hasta que evidencio que lo ha comprendido. No puedo recriminarle en ningún momento que eso lo debía haber aprendido antes, ni hacerle culpable de que está haciendo perder el tiempo a sus compañeros, ni ridiculizar su incapacidad para seguir mis explicaciones, ni menospreciar con gestos la inoportunidad de su pregunta. Tengo que agradecerle su interés, sus ganas de aprender, la ocasión que me brinda para explicarme mejor, porque seguramente no habré utilizado las palabras adecuadas anteriormente. Debo animar a sus colegas a que actúen  como él, en resumen, hacerle sentir importante, reconocido y valorado por su intervención. La atención personalizada se testimonia en lo particular y se ejemplariza en la colectividad.

Tomado de mi libro “¿Para qué fui a la escuela?” Ediciones ENDE.

https://www.youtube.com/watch?v=UXQYEBWPAaA