martes, 16 de mayo de 2017

El gran mono y sus monitos

No ver, no oír, no hablar
El gran mono y sus monitos

                Una de las características del mono es la trepa o ascenso, sin importar los medios que utilice para lograrlo. Los monos lo hacen para encaramarse en las alturas de los árboles, es una manera de dominar el territorio. Algunas personas, se les olvida su condición de tales y también trepan hacia lo alto de la escala social sin considerar a quien pisan, ni las nefastas consecuencias de sus acciones. Al gran mono todo honor y toda gloria. Porque esas son dos de sus principales consignas: honor y gloria. Honor, como la cualidad que impulsa a hacer lo correcto, el deber moral. Gloria, como felicidad máxima que cumple la voluntad de dios. Pero el gran mono omite, es decir se calla de manera voluntaria, la creencia de que él es el mismísimo dios. El gran mono, por excelencia.

                El gran mono, al fin y al cabo no es sino un mono en fase de aprendizaje. Los monos aprenden observando el comportamiento de las conductas de otros de su especie. En el caso del gran mono, en la especie humana, no es sino una persona que, observando los comportamientos más ruines, aprende a subir a costa de machacar a sus semejantes.

                Pero para llegar a ser gran mono se necesitan monos pequeñitos. Lo grande no existe sin lo pequeño. El gran mono será más gran cuantos más monitos le imiten. El gran mono desaparecerá cuando nadie le siga. Al gran mono le gustan los fastos, las ceremonias, las corbatas, las condecoraciones, las medallas, los fuegos artificiales, los don y los din, especialmente los “din-eritos”. Las reverencias y las eminencias, las coronas de todo tipo, los birretes con borlas, báculos y varas de mando, togas con esclavinas, boatos y si es necesario, se interpreta al beato. Glorias y fuegos fatuos que confundan al vulgo. Luces y timbales que anuncien el honor y tapen el horror y el error.

                Los pobres monitos son los encargados de servir y preparar la gran fiesta del gran mono. Acuden por imperativo legal a los actos de adoración y de oración, si fuera necesario. A inclinar su cuerpo en señal de sumisión, a clavar las rodillas en el mármol de carrara que ha despilfarrado el gran mono. Y de esa manera, podrán pagar las letras del todoterreno recién comprado, o la hipoteca de la casa, o las clases de piano para el niño, o los fines de semana esquiando en la nieve.

                Los monitos solo deben asentir, en todo, al gran mono. De lo contrario perderán la zanahoria que les ha puesto delante de sus narices y de paso también perderán el coco. Poquito a poquito, Despacito… como entona la canción de Luis Fonsi. Hasta quedarse sin criterio y pensamiento propio. Totalmente irresponsables, es decir, incapaces de responder por nada. Simplemente se limitan a imitar al gran mono y ser monitos, que para eso les pagan.


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