lunes, 23 de febrero de 2015

En clave positiva

La vida de una persona se entiende si conoces, además de su  dedicación laboral, esas otras tareas que se llevan a cabo a lo largo de los días, de las semanas, de los meses y de los años, diría yo. En el trabajo diario se manifiesta uno como es, no queda la menor duda. Pero existen otros aspectos de la vida cotidiana que pueden llegar  a ser mucho más significativos para describir la forma de actuar de las personas. He visto a gente muy educada en las relaciones laborales y cuando se mete en un campo de fútbol sufre una transformación en su personalidad impresionante. A veces, llegas a preguntarte si es la misma persona. Su vocabulario cambia de forma radical, el volumen de la voz aumenta demasiados decibelios y el rostro se configura con aire desencajado. Más tarde, a esa misma persona, la observas en casa acariciando las manos de su bebé de tres meses y descubres como la ternura se desparrama entre sus dedos transmitiendo una paz sin medida, un cariño inefable, una sobreprotección que invade el universo en su totalidad. ¿Puede la misma persona alternar estados anímicos tan dispares sin despeinarse? La respuesta está clara, por supuesto.
Sin embargo a mí me resulta muy complicado actuar de esa manera. Los cambios tan bruscos sólo puedo realizarlos si los medito con anterioridad y decido representar ese tipo de cambio.
Si he llegado a amar la tarea educativa ha sido como fruto de un proceso lento en el  que he ido descubriendo la importancia  de transmitir  los valores  que son sólidos

 para fundamentar los cimientos de la vida personal. Ese proceso parte de asimilar que lo bueno y duradero para mí puede serlo para los demás.  Enseñar  a apreciar cada minuto de nuestra vida es la mejor manera  de hacerse rico. El tiempo tiene un valor infinito. Segundo que pierdes jamás podrás recuperarlo.  No se puede vivir en el pasado porque ya pasó, ni en el futuro porque está por venir. Te queda el presente para vivirlo en plenitud sabiendo que se transforma ineludiblemente en pasado. El tiempo perdido es el tiempo que has desperdiciado por tu inconsciencia. El tiempo ganado lo puedes medir por  el disfrute de la riqueza que te ha ofrecido la grandeza de existir. Cada uno decide cuánto se quiere perder o ganar. 
Me gusta hacer pensar sobre estas cosas porque yo estoy ocupado en ellas. No digo pre-ocupado. Procuro disfrutar cada momento de lo que me ofrece este mundo tan generoso.
Si estoy en clase con los alumnos lo vivo como unos momentos de privilegio. Ellos me aportan un montón de experiencias. Me hacen pensar, reír, trabajar, jugar, decidir, incluso, por qué no decirlo, llorar. Deseo estar con ellos y al mismo tiempo necesito distanciarme de ellos para luego acompañarlos con mayor intensidad y dedicación.

Si no estoy con los alumnos disfruto del ocio y de la tarea que me proponga.  Lo importante es estar en actitud de recibir lo que te ofrece la vida como un regalo. Hay que abrirlo con la mayor ilusión del mundo, utilizarlo como algo que has deseado toda tu vida y compartirlo con quienes te rodean para que se contagien de tu alegría.
De "Recetas de aula"

miércoles, 18 de febrero de 2015

IMAGEN PERSONAL Y BELLEZA

Es obvio, la imagen personal, el cuidado del cuerpo infunde autoconfianza. Ir al gimnasio, a centros de estética, es una práctica habitual de mucha gente que pretende mantener su aspecto físico bello. Bien es verdad que no todo el mundo va por la imagen, hay personas que lo hacen simplemente por los beneficios de la salud. En la actualidad está muy considerada la imagen personal. En nuestra cultura, en relación con la asunción de la corporeidad, se da la paradoja de no asumir las limitaciones propias de cada cuerpo. La mayoría no quiere envejecer, asumir que los años han pasado por su vida. Se pretende instalarse en una juventud eterna. En otras épocas se practicaba una especie de ascesis orientada a “disciplinar” el cuerpo a favor de los valores espirituales. Una visión dualista que concebía al cuerpo como la cárcel del alma. Hoy hemos pasado a optar por todo lo contrario, hay que inscribirse en los gimnasios para practicar deporte, mantener una figura ideal a costa de lo que sea, de ahí la aparición frecuente de síndromes de vigorexia, bulimia, anorexia, en aras de un perfeccionismo que no sabe dónde se encuentra su meta. A mí me parece una manipulación de la belleza y de la corporeidad.

Es interesante tener la capacidad de demostrar en la primera impresión toda la valía personal. A veces, si se pierde esa oportunidad quizás ya no se tenga ocasión de encontrar un trabajo, mejorar económicamente, vender un producto o conseguir una influencia determinada. La fachada de un edificio, supuestamente indica lo que contiene en su interior las paredes de la casa. Y, es curioso, todo el mundo conoce que no siempre coincide la apariencia con la realidad, importa demasiado la apariencia exterior y se descuida con suma frivolidad el contenido del interior. El aspecto externo de la persona está bien pero no se debe descuidar el aspecto interno. Si se hace una comparación en el gasto de imagen y en formación personal, observaremos un fuerte desequilibrio a favor de la imagen. Dicho de otra manera, al poner en una balanza, el gasto en colonia, maquillaje, peluquería, etc., pesa más, menos o igual que si en el otro lado de la balanza depositamos el gasto en libros, cursos de formación, arte, etc. El resultado de esta comparación nos indicará de alguna manera si existe cierto equilibrio entre la belleza interior y exterior. La boca habla de lo que sale del corazón, es decir, sacamos hacia afuera lo que vivimos, sentimos y queremos desde dentro. Una persona cuyos sentimientos profundos es ayudar a quien lo necesita manifiesta, sin darse cuenta de una forma explícita, ese sentimiento de generosidad y la convierte, allá por donde pasa, en una persona atractiva. La alegría interior de estar satisfecho por el cumplimiento de las responsabilidades emergerá de aquellas personas que transmiten una confianza hacia los demás lo que ellas ya están viviendo con su virtud. Una persona que está descontenta consigo misma por algún motivo, será incapaz de transmitir alegría hacia los otros para hacer ver que su imagen es divertida.

Todos sabemos desenmascarar las falsedades de los demás cuando no se muestran como son en realidad. La naturalidad de ser uno mismo es un indicador clarísimo con el que valoramos la belleza integral de la gente. Nuestra mirada, la forma de caminar, la postura del cuerpo, la expresión facial, el tono de la voz, son elementos de comunicación personal que en su conjunto delatan el estado anímico en que nos encontramos en cada momento. Si entre estos elementos se produce una disonancia estaremos transmitiendo que existe algo en el conjunto que suena a falso. Por ejemplo, podemos estar hablando con nuestro vecino intentando convencerle de que no estamos enfadados con él y al mismo tiempo nuestra voz es excesivamente altisonante, nuestro rostro serio, adusto y los gestos de nuestras manos señalándole inquisitoriamente. Sin duda el vecino captará el mensaje incoherente entre lo que dice y lo que manifiesta con su cuerpo. El ser humano, en sí mismo, es una gran expresión de la belleza. Vive sin admirar lo que lleva dentro y se pierde la lindeza de su “posibilidad” y, sobre todo de su “realidad”. Nuestra mirada se dirige instintivamente hacia las maravillas de la perfección y nuestra vida las busca para satisfacer el ansia de encontrar su propio cielo. ¿Acaso no buscamos a tientas como descubrir ese cielo por medio de la belleza? Quizás esté tan cerca que no apreciamos su presencia.   

De “Caminar a tientas”

viernes, 13 de febrero de 2015

NIEBLA

NIEBLA
Niebla
gris, húmeda, dispersa
envuelta en la mañana de enero,
sentada en mi valle del Ebro.

Niebla
mojada, serena, fría.
Origen y causa de aturdimiento,
algodón flotante en mi pensamiento.

Niebla
cobarde, tímida, serena,
desaliento al sol punzante
sonrojo de tu flaqueza resistente.

Niebla
mezquina, sórdida, miserable.
Empapada sábana sutil.
Nubarrón caído, dormido, pueril.



viernes, 6 de febrero de 2015

BELLEZA Y FELICIDAD

            Deseamos con ansia vivir momentos de placer absoluto y solemos experimentar una sensación de que siempre falta un paso más para disfrutar en plenitud. Sintonizar con la propia esencia del ser humano recogida en la belleza no está al alcance de cualquiera.  Dejar volar a uno de los sentidos, por ejemplo la vista, el oído o cualquier otro, hasta confluir con un estallido de felicidad significa vibrar con una de las aspiraciones humanas más genuinas: tocar la ontología utópica. ¿Cómo calibrar esa realidad misteriosa? Cuando viajamos disfrutamos contemplando un paisaje bello. Nos atrae la belleza de una mujer o de un hombre. Sentimos el placer cuando escuchamos la melodía de una música. Cualquier percepción de lo perfecto en nuestras sensaciones nos impulsa a disfrutar felizmente y deseamos que ese momento no acabe nunca por el placer que nos produce. Sin embargo, sabemos que es demasiado perecedero y pronto ese estado de bienestar pasará, dejando nuestro ser hasta el nuevo encuentro, a otra situación que nos transporte de nuevo a experimentar un cachito de felicidad, tantas veces perdida.

La abundancia excesiva de un momentáneo placer puede contribuir a embotar el resto de los sentidos que disponemos para deleitarnos con amplitud de la belleza. Se aprecia mucho mejor el valor de las cosas cuando se ha experimentado la carencia de ellas. Imaginemos que estamos de visita en un museo de renombre y en una sala amplia se exponen numerosos cuadros del célebre pintor Goya. Instantes antes acabamos de haber contemplado ocho salas con pinturas clásicas de otros grandes autores pictóricos. Posiblemente apenas nos detendremos en analizar y disfrutar de la belleza de uno solo de los cuadros del pintor aragonés. Sin embargo nos acercamos a la ermita de Muel. Este pueblecito está ubicado a pocos kilómetros de Fuendetodos, pueblo zaragozano donde se encuentra la casa natal de Goya, y contemplamos exclusivamente las pinturas de las pechinas, seguramente apreciaremos con más intensidad la calidad de la obra del famoso pintor.

Otra expresión de búsqueda en esta ardua tarea de explorar a tientas un modelo que nos acerque a la felicidad es la preocupación por la belleza personal, por ejemplo cuando pone el acento en la forma de vestir. Se desea ir vestido según unos patrones que los medios de comunicación ya se preocupan de insertar los modelos a seguir a través de la publicidad. Estos medios de comunicación tienen bastante influencia en la apreciación de la belleza. Si nos referimos a la distinción de una persona bella, ésta se valora si se adecúa al estereotipo marcado por la sociedad. Es decir uno está guapo o feo en función de su fidelidad a la moda y por supuesto, hay que gastarse ingentes cantidades de dinero en el vestido y sus complementos respectivos. Así la belleza no emerge desde dentro de la persona sino que llega del exterior invadiendo la libertad de ésta. La percepción sensorial de la hermosura es el resultado de la confluencia de múltiples factores, la figura del cuerpo, la concepción de belleza admitida en función de la zona geográfica donde se vive, la visión personal subjetiva de la persona que la valora, etc. Pero siempre estamos hablando de una percepción exterior de la belleza. Hay gente encantadora, que a primera vista, no parece tener una hermosura extraordinaria, pero una vez que se le conoce con más intensidad, comienza a desprender por todos los poros de su ser una energía especial que la convierte en una persona realmente bella. El cuento de La bella y la bestia expresa esta idea con una simplicidad inmejorable, la belleza habita especialmente en el interior pues está fundamentada en la virtud.

De “Caminar a tientas”


domingo, 1 de febrero de 2015

ARTE Y BELLEZA

El concepto de belleza suele estar unido a la concepción de arte. Y las obras de arte casi siempre están valoradas por la subjetividad personal. Normalmente se califican de “obra de arte” cuando se produce la excelencia en la obra. Algunos la pueden confundir por la cantidad de dinero que ofrece el mercado, pero se trata más bien de la historia que tiene, de su singularidad, perfección, placer estético, sensibilidad, etc. que transmite el autor. Hay obras de arte que despiertan en algunas personas unas emociones inusitadas y, sin embargo a otras, esas mismas obras, las deja en la indiferencia más anodina. El aspecto subjetivo que lleva consigo el arte y la belleza es determinante para valorar su relevancia en la justa medida. No obstante el arte nos sitúa frente a la belleza, lo cual hace abrir nuestros sentidos al descubrimiento de conceptos abstractos que definen en profundidad los intereses más elevados del espíritu humano. El arte sugiere la capacidad del hombre para acercarse a la idea de la perfección. Le sitúa en el lenguaje simbólico que le comunica con lo misterioso, lo transcendente, la religión. La imaginería es y ha sido fuente de devoción en el creyente. A través de la escultura ya sea de la figura humana u ornamental, el hombre ha representado los diferentes estados psicológicos, físicos y espirituales. La pintura también es una referencia para la contemplación de la belleza en el paisaje, en el rostro humano, en la mezcla de colores que identifica el espíritu y los sentimientos más entrañables del ser humano. No digamos nada de la importancia de la música, la danza, o la poesía como los medios más genuinos para expresar en toda su extensión los sentimientos más profundos de la persona. El hombre moderno, en cierta medida parece estar empeñado en ocultar la belleza. En la arquitectura observamos los edificios actuales que se caracterizan por líneas rectas, espacios decorados con un exceso de minimalismo, cargados de funcionalidad, fríos, anodinos. Si los comparamos con los edificios antiguos donde predominan las líneas curvas, nos daremos cuenta que la diferencia es enorme si compara con otras épocas ya pasadas. Columnas redondas y esbeltas, frisos, volutas, adornos por doquier. Actualmente todo está valorado por la economía, la utilidad. Cuesta concebir el gasto del dinero en cosas inútiles, carentes de utilidad, inservibles. Lo que sirve es lo más valioso y aquello que carece de provecho se desprecia sin compasión. ¿Nadie echa en falta el amor a la belleza? Se vive en la abundancia derrochadora que es capaz de dilapidar los recursos más básicos para la existencia de la humanidad y provocar grandes crisis a nivel económico y social. Sobre la cultura y el arte, la belleza parece estar escondida. Existe poca preocupación por salvar el gran tesoro del mundo: la belleza. ¿Dónde está quedando la pasión por la literatura, la pintura, la escultura, la oratoria, la búsqueda de la sabiduría que da sentido al futuro de cada persona? Lo importante y prioritario es pagar la hipoteca, no perder o encontrar el trabajo que proporciona el dinero necesario para vivir. Disponer de unos días de vacaciones al año para viajar de un lugar a otro, cuanto más lejano mejor, en las que otras personas te sirvan la comida, te faciliten un bienestar soñado durante una semana, quince días o tal vez un mes. Cambiar el automóvil por otro de una gama más alta. Esperar a que abran las puertas de los centros comerciales el día del gran acontecimiento informático que anuncia la salida de un nuevo modelo de iphone como muestra de que eres el paradigma de persona que está al día en las herramientas informáticas de última generación. Un petimetre obsesionado por seguir la moda. El hombre siente un deseo irrefrenable de conseguir cuantas más cosas mejor y al precio que sea devora cada una de ellas tragando el sinsentido del consumo. Y no será porque no haya evidencias de arte por todas partes. Basta echar una mirada a los museos repletos hasta la saciedad de las obras más espléndidas realizadas por los hombres. Se está intentando recoger la belleza y encerrarla en espacios para que se pueda contemplar. La belleza no se almacena. Se ha olvidado estimular los sentidos para que desarrollen la creación de esa misma belleza. Qué persona cuando contempla el lienzo de un pintor clásico se le eriza el pelo, no tanto por la calidad de la obra, que también es posible, sino por sentir en su propio ser la capacidad creadora de la humanidad de la cual él mismo se siente integrado plenamente. Se miran las cosas de forma individual y sólo se repara en el estado momentáneo, “este cuadro me gusta y este otro no”, pero no se percibe el sentido del alma creadora de la humanidad, la belleza, sin la cual esta vida puede aparecer como un absurdo. 

 De “Caminar a tientas”