jueves, 15 de enero de 2015

Perdido en la gran tribu

El hombre se mira así mismo y cae en la cuenta de que no sabe a dónde ir. Y si cree que lo sabe, se pregunta para qué. Perdido en la gran tribu de la humanidad quiere encontrar ese faro iluminado que le indique hacia dónde dirigir sus pasos con la consciencia de estar seguro de que es el mejor camino que puede tomar en su vida. Se ha mirado tantas veces en ese espejito mágico que siempre le dice lo maravilloso que es y sin embargo, cada día que pasa se siente más incompleto y vacío que el anterior. En todo su cuerpo le atraviesa una sensación de desánimo que poco a poco le hace sumergirse en un estado de perplejidad ante sí mismo y ante la tribu en la que vive. En alguna ocasión ha intentado salir corriendo y huir de sí mismo, pero se ha topado con la tozuda realidad que le cuestiona siempre. ¿Hacia dónde? Correr en dirección a la búsqueda de algo maravilloso que satisfaga los deseos más queridos en la vida. La cuestión consiste en definir esos deseos que aparecen en el listado: la riqueza, el poder, la familia, la pareja, los amigos, el amor, la felicidad, pero siempre se topa consigo mismo, con su propia fragilidad y su condición de mortal a quien nadie le garantiza el don de la eternidad. Realmente se busca el sentido de la vida en profundidad cuando pierde consistencia aquello en lo que ha creído hasta ese momento. Y la vida se va escurriendo entre los dedos irremediablemente. Sentirse solo frente a su propia mismidad es muy duro. La soledad invita a correr en círculos concentricos cada vez más estrechos en los que solamente existe una única meta: uno mismo. La gran carrera a ninguna parte está en marcha y por lo general, nunca se encuentra una argumentación satisfactoria que confirme la validez de los razonamientos y proporcione la paz necesaria para vivir en plenitud. Echamos en falta un espíritu superior que nos llene el ansia de totalidad. Para algunos es determinante esta situación interior para plantearse de nuevo la relación con aquel dios que años atrás habían abandonado. Todos los caminos que nos llevan hacia el bienestar se terminan en un final, como una carretera cortada que da al abismo. Siempre hay que retroceder para emprender una nueva vía que al final desemboca en otro abismo. Se tienen ganas de encontrar ese sendero que conduce hacia la luz plena no del “bienestar” sino del “bien ser” definitivo.
De "Caminar a tientas"

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