domingo, 2 de noviembre de 2014

Noche de ánimas

            En Trasmoz se celebra la noche de las ánimas. Desde primeras horas de la mañana la gente acude a la plaza del pueblo a vaciar calabazas y recortar en su corteza los ojos, la nariz y la boca por la que saldrá la luz de una vela. Por la tarde dejarán las calabazas a lo largo del camino que une la iglesia con el cementerio. Y también las dejarán distribuida por las calles. Un ambiente espectacular.
La gente acude al pueblo desde diferentes lugares. Muchísimas personas. Un pueblo con apenas setenta personas censadas acoge esta noche a más de mil. ¡Impresionante! ¿A qué vienen? ¿A recordar a los difuntos? Me da a la nariz que la mayoría simplemente se acercan a pasarlo bien. A disfrutar del morbillo del miedo que van a pasar los niños mirando a los que se disfrazan de zombis. A jugar a sustitos que proporcionan los jóvenes y pasar un buen rato. Es más, para que la gente sepa dónde está el follón se ameniza con un pasacalles que va tocando cuatro instrumentos como si de una feria medieval se tratara. ¡Qué bonito!

Da igual que sea la noche de las ánimas, las fiestas del pueblo, el día de las brujas o sanperiquitín. Hay movida, va mucha gente, se puede comer un bocata después de esperar en una larga fila, pues allí se acude. Y yo me pregunto, ¿así vamos a transmitir a las generaciones venideras las verdaderas tradiciones que recibimos de nuestros mayores? Las celebraciones de los días relevantes del año se están convirtiendo en puro consumo. Poco a poco se ha convertido en el único dios que adora todo el mundo: el dios consumo. Consumo luego existo. No consumo, no soy nadie, he muerto. Pienso que para adorar a ese dios más vale ser ateo.

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