miércoles, 1 de octubre de 2014

Reencuentro

            Cuando el olvido hace mella en la historia personal de cada uno las sombras de las vivencias desaparecen sin dejar rastro. ¿Dónde quedan aquellas conversaciones, aquellos momentos de risas, aquellas horas envueltos en humo de cigarrillos repasando fórmulas de matemáticas, dibujando esquemas electrónicos de receptores de radio con tiralíneas rellenos de tinta negra y contando las anécdotas que nos habían pasado con los profesores o simplemente guardando silencios ante nuestras situaciones personales expuestas  delante de los mejores amigos? ¿Hasta dónde se han cumplido las esperanzas y expectativas de cada uno? ¿Cómo se han hecho hoy realidad los incipientes y, muchas veces, confusos sueños de aquel entonces?
            Se revuelve el corazón, en su adormilado estado amical, cuando aparece la noticia de que una persona escondida en la sombra del recuerdo llama a tu puerta. Una multiforme madeja de imágenes y hologramas se ponen de repente a danzar al compás de la música alegre del reencuentro. ¿Eres tú? Sí. Soy yo. ¿Soy el mismo de antes? ¿Y tú? “Te acuerdas de”, y a continuación comienzan a desgranarse un listado de personas con sus historias y vivencias. Y las preguntas se agolpan sin descanso con el afán de saber, de conocer, de sentir, de recordar, de exprimir la vida y quedarse con la esencia del propio ser. Se trata de acrisolar el tesoro de la amistad para engancharlo definitivamente en el libro de los tiempos. 
            Ya han pasado muchos años. Demasiados quizás. Pero no importa. No quiero desprenderme de la sensibilidad adolescente que me dio a entender el riego y el valor del encuentro con tus compañeros a los que consideraba amigos. Eso no se puede perder nunca y la prueba es evidente, cuando el acercamiento personal ha sido sincero, espontáneo, lúdico, loco diría yo, queda una semilla plantada junto al río o en medio del desierto y tarde o temprano va a germinar y mostrar, en todo su esplendor cuáles son sus frutos.
            ¿No es extraordinario que a pesar del blanquecino color del pelo debido a las canas que nos van peinando o los surcos que se han abierto paso en aquella piel tersa de nuestra juventud, sientas un cosquilleo en el interior por quedar a pasar un rato con el amigo que hace “unos días” no has visto?
            El reencuentro llena la vida de ilusión y de emoción.  

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