Cuando
el olvido hace mella en la historia personal de cada uno las sombras de las
vivencias desaparecen sin dejar rastro. ¿Dónde quedan aquellas conversaciones,
aquellos momentos de risas, aquellas horas envueltos en humo de cigarrillos repasando
fórmulas de matemáticas, dibujando esquemas electrónicos de receptores de radio
con tiralíneas rellenos de tinta negra y contando las anécdotas que nos habían
pasado con los profesores o simplemente guardando silencios ante nuestras
situaciones personales expuestas delante
de los mejores amigos? ¿Hasta dónde se han cumplido las esperanzas y
expectativas de cada uno? ¿Cómo se han hecho hoy realidad los incipientes y,
muchas veces, confusos sueños de aquel entonces?
Se
revuelve el corazón, en su adormilado estado amical, cuando aparece la noticia
de que una persona escondida en la sombra del recuerdo llama a tu puerta. Una
multiforme madeja de imágenes y hologramas se ponen de repente a danzar al
compás de la música alegre del reencuentro. ¿Eres tú? Sí. Soy yo. ¿Soy el mismo
de antes? ¿Y tú? “Te acuerdas de”, y a continuación comienzan a desgranarse un
listado de personas con sus historias y vivencias. Y las preguntas se agolpan
sin descanso con el afán de saber, de conocer, de sentir, de recordar, de
exprimir la vida y quedarse con la esencia del propio ser. Se trata de
acrisolar el tesoro de la amistad para engancharlo definitivamente en el libro
de los tiempos.
Ya
han pasado muchos años. Demasiados quizás. Pero no importa. No quiero
desprenderme de la sensibilidad adolescente que me dio a entender el riego y el
valor del encuentro con tus compañeros a los que consideraba amigos. Eso no se
puede perder nunca y la prueba es evidente, cuando el acercamiento personal ha
sido sincero, espontáneo, lúdico, loco diría yo, queda una semilla plantada
junto al río o en medio del desierto y tarde o temprano va a germinar y
mostrar, en todo su esplendor cuáles son sus frutos.
¿No
es extraordinario que a pesar del blanquecino color del pelo debido a las canas
que nos van peinando o los surcos que se han abierto paso en aquella piel tersa
de nuestra juventud, sientas un cosquilleo en el interior por quedar a pasar un
rato con el amigo que hace “unos días” no has visto?
El
reencuentro llena la vida de ilusión y de emoción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión me interesa mucho.